Siento gran emoción y muchas ganas de continuar a pintar cuando recibo críticas tan buenas como que mis pinceladas y forma de pintar son cómo las del gran Joaquín Sorolla o Pierre-Auguste Renoir.
Joaquín Sorolla me encanta, por no decir que es mi pintor preferido junto a Trevor Chamberlain.
Debo decir que mi forma de pintar o mi pincelada, no fueron pensadas ni premeditadas. Forman parte de lo que en publicaciones anteriores dije que se instaló a vivir conmigo, es decir, ese tumor al haber sido extraído y para dejar claro que ya no estaba paralizándome, me dejó como regalo un temblor, el cual es el culpable de mi pincelada y de ciertas emociones que se ven reflejadas en mis cuadros.
Las emociones juegan un papel muy importante en mí, y no lo digo por decir, inconscientemente, salen a la luz. Son importantes, tanto que ‘en mi caso’depende mucho de mi estado de mi estado de ánimo. Un ejemplo muy simple, sería en uno de mis primeros días en este mundo de la pintura, estaba muy enfadada y sin saberlo ni quererlo, se me metió en la cabeza, pintar algo lo que fuese, pero rojo. Buscaba sin cesar un farolillo chino rojo, no lo encontré, y finalmente, no se por qué razón, me decidí por una simple escalera. ¿Por qué una escalera? Sinceramente, no lo se. Pero era roja.